miércoles, 2 de marzo de 2011

Irrealidad. CAPITULO 5





  Irrealidad



CAPITULO 5

El mes de febrero se me paso eterno. Supuse que fue por la cantidad de exámenes que tuve. Los había aprobado casi todos, menos Historia, mi asignatura hueso desde siempre.
Las otras me habían costado un poco, pero las saqué con buenos resultados.
Durante ese mes, sólo pude ver a Álvaro, Sofía y Eva a la salida del instituto y en los recreo. Ellos también habían estado muy ocupados con sus respectivos exámenes de evaluación.
Tenía que hablar con Eva.
Dejamos una conversación pendiente en el mes de enero, y hasta entonces no la habíamos acabado.
En verdad, debíamos empezar esa conversación. Aquella vez ella no quiso.
Ahora que se habían acabado los exámenes y teníamos más tiempo libre, podría llamarla o quedar con ella para tomar algo y así poder hablar con ella. Necesitaba saber que la pasaba. Ella no era nuestra Eva de siempre, había cambiado, y no sabía por qué, aunque en la noche de la inauguración del restaurante de la familia de Sofía me pude hacer una pequeña idea, pero me parecía imposible.
No oí hablar nada sobre lo ocurrido aquella tarde en la que un grupo de chicos salieron corriendo y asustados de un lugar que no sabía cuál era, ni de aquella chica tan misteriosa que caminaba tras ellos.
Pero, claro, posiblemente esa chica no tenía nada que ver con los chicos.
Cómo no se había comentado nada sobre lo ocurrido, pensé que habría sido algo sin importancia. Quizá un juego de niños.



Marzo llegó con un tiempo increíblemente agradable. Las lluvias y el frío cesaron. No era un tiempo veraniego, pero si primaveral
En el instituto se organizaba todo para el gran evento del año, el Baile de Primavera.
Todas las chicas estaban ilusionadas con el baile. Muchas ya tenían el vestido desde hacía un meso, otras estaban aún indecisas.
Yo era una de esas. No sabía si iba a ir al baile, por una parte, no tenía acompañante, y por la otra, no es que me apeteciera mucho, la verdad.
Mi madre insistía en que fuera. Decía que seguro que alguien estaría encantado e acompañarme, pero yo no estaba tan segura.
Era jueves por la tarde. Hacía un día perfecto. Aún no era primavera, pero se notaba que el invierno estaba llegando a su fin.
Como no tenía nada que hacer, no tenía que estudiar, ni hacer trabajos… solo tenía que hacer unos ejercicios de matemáticas, pero ya los había acabado en la biblioteca del instituto, por lo que estaba libre.
Me apetecía salir y dar un pase, tomar un poco el aire. A sí que decidí llamar a Eva, para que paseáramos juntas.
Marqué su número, y le pareció bien la idea. Quedamos a las cinco y media en la plaza de la fuente, donde quedábamos siempre.
Antes de salir de casa, me arreglé un poco el pelo. Lo cepillé, y lo dejé suelto, dejando que suaves ondulaciones castañas cayeran por mis hombros.
Tan sólo me abrigué con una fina chaqueta de algodón blanca, no creí que fuera a necesitar más para una tarde soleada como la que era.
Llegué a la plaza, donde habíamos quedado, y me senté en el banco de siempre.
Todavía no había llegado Eva. Me giré para ver si venía, y vi que Eva estaba cruzando la calle, escuchando música con su iPod, distraída.
Cuando me vio, sonrió y apago el iPod. Se sentó a mi lado:
“¡Hola Almita!” dijo con una amplia sonrisa. La lancé una mirada asesina, odiaba que me llamara de esa forma. Nos reímos la dos. Me parecía que estaba muy contenta, y me resultó extraño. Hacía mucho que no la veía de esa forma
“Qué contenta estás, ¿no?”
“¿Contenta? ¿Por qué no?”
“No sé, últimamente te he visto más de capa caída, en comparación con lo pizpireta que tu eres”, dije amablemente.
Me miró a los ojos y suspiró:
“Hay momentos en los que se está mejor que en otros, supongo”.
“¿Supones?” la miré, frunciendo el cejo.
“Afirmo” volvió a sonreír, y trató de cambiar de tema. “¿Y Álvaro y Sofía?”
“¿Qué pasa con ellos?”
“¿No les has llamado a ellos también?”
“Ah. No, me apetecía estar a solas contigo. Ya sabes, me apetece hablar contigo…”
Se encogió de hombros y me volvió a mirar:
“¿Damos un paseo?” estaba claro que Eva trataba de evadir el tema de hablar. Se levantó del banco, esperando que yo también lo hiciera, y lo hice.
“De acuerdo”.
Comenzamos a caminar, y salimos de la plaza.
Hubo un silencio entre las dos que duró unos minutos. Un silencio incómodo. Decidí romperlo, pero para mi sorpresa, quien lo hizo fue ella:
“¿Por qué insistes tanto en hablar conmigo? Quiero decir, hablar seriamente” Eva andaba cabizbaja.
“Porque eres mi amiga, te conozco, y sé que no estás bien” la miré, pero ella no me devolvió la mirada.
“No tienes de qué preocuparte, estoy genial” dijo, intentando sonar convincente. “¿Por qué no lo iba a estar?”
“Eva, tu comportamiento con nosotros a cambiado mucho. Ya no eres la Eva de antes, nuestra Eva, por lo menos con nosotros”.
Antes estas palabras, Eva parecía dolida.
“Supongo que tienes razón, yo….” no continuó la frase. Se mordió el labio y suspiró. “No me siento bien…”
Me paré cuando dijo eso. Eva se paró también. La abracé fuertemente, para que supiera que podía confiar en mí.
“¿No te sientes bien por qué? Sabes que puedes confiar en mi” dije con una voz suave. Continué:
“Si quieres que hablemos más tranquilas, podemos subir a mi casa. Mi padres están trabajando, así que nadie nos molestará”.
Eva asintió con la cabeza y la sonreí. Caminamos hasta mi casa.
Abrí la puerta y la invité a pasar. La pedí que se sentara en el sofá, mientras yo iba a la cocina a por algo para tomar. Cogí dos bebidas, una Coca-Cola para mí, y una Fanta para ella. No me la había pedido, pero sabía que era su bebida favorita y que le apetecería.
Cuando llegué al salón, Eva estaba sentada en el borde del sofá. Le di la Fanta y abrí mi Coca-Cola, sentándome a su lado.
“Gracias” dijo mientras abría la lata y daba un trago.
“Bueno… ¿entonces me vas a contar?”
Eva miró hacia el frente, pensando, y luego asintió. Me acomodé y la escuché atentamente:
“Sí” suspiró y continuó. “¿Te acuerdas cuando, hace un año, íbamos cada mes a casa de alguno de nosotros a ver un peli?”
Asentí. Desde que nos hicimos amigos, todos los meses quedábamos para ver una peli en casa de alguno. Desde hacía bastante tiempo no la hacíamos.
Eva tragó saliva, y continuó:
“La última vez, en casa de Álvaro, cuando terminó la película, Álvaro y tú os fuisteis a comprar una pizza para cenar…” noté que le costaba que le salieran las palabras. Mientras me contaba, no me miraba. Tenía sus ojos fijados en la alfombra negra del suelo.
“ Y mientras no estabais, hablé son Sofía. Mira, sé que esto que te voy a decir te va a sorprender, así que no se sí…”
“Continúa, por favor” le pedí.
Asintió otra vez, y cogió aire:
“…me dijo lo que sentía por Álvaro” Eva vio mi expresión, totalmente sorprendida, y volvió a agachar la cabeza.
“ Me explicó todo lo que sentía por él. Me dijo que le quería. Le quería, pero no como a un amigo, le quería de verdad…”
“¿Y entonces…?” la miré a los ojos. Sus ojos verdes brillaban, supe que en algún momento derramaría alguna lagrima.
“Y entonces me sentí la persona más estúpida de la tierra” su voz se quebró, y una lágrima recorría su mejilla.
Entonces, lo comprendí todo, y la abracé, mostrándole todo mi cariño de amiga:
“Tu también sentías algo por él”
“Sí”, me abrazó más fuerte, sabía que lo estaba pasando mal, y yo estaba ahí para consolarla. Para algo era su mejor amiga:
“Tranquila, si no quieres hablar más sobre esto, no lo hagas” comprendí que para ella era doloroso.
Eva dejo de abrazarla para mirarme a los ojos. Se secó las lágrimas y sonrió:
“Alma, gracias, de verdad”.
Frente a ese agradecimiento, la sonreí con una sonrisa amistosa.
“Será mejor que me vaya. Se está haciendo de noche y tengo que estar pronto en casa”.
“¿Quieres que te acompañe?” pensé que quizá se sentiría mejor si la acompañaba, así no iba sola.
“No de verdad, gracias”.
“Está bien” la sonreí y nos dimos un abrazo de despedida.
La acompañé hasta la entrada de la casa.
Cuando ya se había ido, subí las escaleras hasta llegar a mi cuarto, y me dejé caer sobre la cama.

------------------------------------------------------------------
Descargar capítulos 1-5:http://www.megaupload.com/?d=0119P32Y

sábado, 26 de febrero de 2011

Irrealidad. Capítulo 4

Irrealidad

CAPITULO 4

El viento zarandeaba las hojas de los árboles suavemente. El bosque estaba vacío, nadie andaba por los alrededores.
Lo altos árboles tan sólo dejaban ver una mínima parte del gran cielo anaranjado.
Estaba a punto de amanecer.
Pisaba las hojas marchitas a causa del frío del invierno, escuchando crujir ramas bajo mis pies.
Estaba sola en medio de ese inmenso bosque.
Me adentré en el interior del bosque, para explicar. Era un lugar que captaba mi atención realmente.
Hacía frío. Mucho frío.
Observé el paisaje con admiración, atenuado por la luz del amanecer.
A parte de la enorme arboleda, había flores marchitas y hojas secas.
Seguí caminando, pisando esas flores y esas hojas.
Más alejado de donde yo estaba, vi un rosal de gran tamaño, hermoso.
Me encaminé hacia ello para poder contemplarlo de cerca y mejor.
Eran rosas de un color inusual. Azules. Parecían resultado de una mutación.
Los tallos delgados y rígidos no eran verdes. Eran negros.
Todavía no había amanecido cuando escuché unas pisadas.
Me giré rápidamente, asustada.
La rapidez de las pisadas aumentaba.
Intenté imaginar que todo ello no era real, que era fruto de mi imaginación.
Vi unas débiles sombras moverse por el bosque.
Sentí que mis músculos se paralizaban, se volvían inmóviles, haciendo que me quedara muerta de miedo, y de frío.

Me quedé así por unos instantes. No sé cuánto tiempo había pasado hasta que tranquilicé y conseguí moverme.
Ya no se veía nada, y oía nada, pero aún seguía asustada, mi respiración estaba acelerada.
Me giré de nuevo hacia aquel hermoso rosal que tanto me había fascinado.
Una flor destacaba entre todas las demás. Era diferente.
Tenía un brillo especial.
Hubo como una fuerza de atracción que me hizo acercarme a ella para tocarla y tenerla entre mis manos.
Alargué mi mano, apunto de acariciar los pétalos de la rosa con las puntas de mis dedos, a la vez que podía sentir mi corazón latiendo muy rápido.
“¡¡NO!!”.
Me incorporé bruscamente en mi cama, agitada y asustada.
Había sido tan real…. El grito que hizo que saliera de mi sueño me había parecido tan cercano…., como si se hubiera producido cerca de mí.
Me tranquilicé, controlando mi rápida respiración.
Un simple sueño, una simple pesadilla.
Me recosté de nuevo en mi cama, hasta que acabé por dormirme de nuevo.
La tarde del día siguiente, la del sábado, fue una tarde lluviosa y triste, o por lo menos me lo parecía a mí.
El cielo estaba totalmente encapotado, gris. La tormenta resonaba fuertemente.
Era una de esas tardes ideales para pasarlas en casa, viendo una peli bajo una manta, calentita.

Pero no.
Mi plan para una tarde como aquella se desvaneció cuando recordé que tenía que ir a la biblioteca municipal para devolver el libro que había cogido hacía una semana.
Rápidamente me vestí con unos vaqueros y un jersey verde. Me abrigué bien y cogí el paraguas.
Tenía que ir andando, la biblioteca estaba bastante lejos y no estaban mis padres para llevarme en coche.
El viento no soplaba, pero la lluvia caía estrepitosamente.
Intenté caminar lo más rápido que pude para llegar cuanto antes.
Aún no había anochecido, pero poco faltaba debido a las negras nubes.
En la biblioteca tan solo vi a unos chicos, un poco más mayores que yo, estudiando.
Devolví el libro, y salí de allí, camino a mi casa.
La lluvia no había cesado. Incluso me dio la impresión de que ahora caía con más fuerza.
Las gotas repiqueteaban la tela de mi paraguas naranja.

Había oscurecido totalmente, pero no debía ser muy tarde. Comprobé la hora de mi móvil. Las ocho menos cuarto.
De camino a casa pasé por una tienda de fotografía. En el escaparate había fotos y lienzos, realmente bellos.
Los contemplé unos instantes, me fascinaba la pintura, y en concreto un lienzo que estaba expuesto, Alquimia de Victoria Francés, mi favorito
Me gustaba tanto, aparte de estar muy bien dibujado, me transmitía buenas sensaciones, e intriga. A mi parecer, ese nombre expresaba el deseo de convertir algo simple en valioso, de convertir la realidad en irrealidad.


Estaba absorta en mis pensamientos, pero salí de ellos cuando escuché mucho jaleo. Me giré para saber qué era lo que pasaba.
Unos chicos de mi edad aproximadamente, quizá menos, corrían rápidamente. Parecían muy asustados.
Había poca gente por la calle, pero aquellas personas vieron la escena extrañados, preguntándose por qué aquellos jóvenes corrían de aquella manera.
Una pareja de anciana edad consiguió pararlos y hablar con ellos.
Seguramente serían conocidos o gente de confianza.
Me interesaba saber qué es lo que había pasado, pero estaban demasiado lejos para poder escucharles, y no me parecía bien acercarme a ellos para ello.
Mi atención se desvió hacia una chica que caminaba tranquilamente unos pasos más atrás que los aquellos chicos. Andaba bajo la lluvia, mirando al frente. En su expresión pude ver una sensación de calma y serenidad increíble. No sonreía, pero lo parecía.
Su melena dorada le caía sobre los hombros, pesada, debido a que estaba mojada. Tenía un tono de piel pálido y sus ojos negro azabache contemplaban la calle.
Posiblemente venía del mismo sitio que esos jóvenes asustados, pensé, pero no. Seguramente me equivocaba.
Ella venía muy tranquila, no reflejaba ni un ápice de nerviosismo ni nada parecido a los otros.
Siguió caminando, pero no supe hacia qué dirección se dirigía, desapareció en cuanto a aparté mi vista de ella para mirar la hora.

Ya eran casi las nueve. Se me había hecho tarde. Mis padres ya habrían llegado.
Me apresuré para llegar a casa. Seguía lloviendo mucho y estaba totalmente oscuro.
No era que le tuviera miedo a la oscuridad o a la noche, pero no me gustaba la idea de estar rondando por la calle después de ver a esos chicos corriendo y asustados.
Sin embargo, me quedé con la intriga. Quería saber qué era lo había pasado. Quizá me enteraría el próximo día en el instituto, las noticias volaban en un pueblo tan pequeño como éste.
Entré en casa y pude sentir notablemente la diferencia de la temperatura de mi casa con la de la calle.
Guardé el abrigo, y dejé el paraguas en el paragüero, aunque estaba chorreando.
“¿Mamá? ¿Papá?” pregunté, sin respuesta, “¿estáis en casa?”.
Mis padres aún no habían vuelto.
Subí a mi habitación y me puse el pijama. Encendí la tele, a lo mejor estaban echando alguna película buena.
Estuve 10 minutos con el mando de la televisión, mirando los canales.
Nada interesante. Quizá debería de haber cogido otro libro en la biblioteca, pensé.
Apagué la tele y me limité a mirar por la ventana. Me gustaba mucho ver la lluvia caer en la oscuridad y el sonido que producían las gotas al chocar contra el alféizar de la ventana.
Mientras contemplaba el oscuro paisaje que mostraba la ventana del salón, pensé en lo que había ocurrido poco tiempo antes, mientras miraba en aquel escaparate mi lienzo favorito, Alquimia.
El sonido de la puerta hizo que saliera de mis pensamientos.
“Hola cielo” me saludó mi madre, seguida de mi padre, “¿qué tal la tarde?”
“Bien, sólo salí para devolver un libro a la biblioteca, ¿y vosotros?”
“Un poco agotados, la verdad” contestó mi padre colgando el abrigo en el perchero.
Poco después, cenamos los tres juntos. Mis padres mantenían una conversación que yo no entendía mucho, supuse que se trataba del trabajo.
Yo casi no hablé con ellos. Seguía pensando en lo que había pasado esta tarde, en ese grupo de adolescentes asustados y en esa chica que me despertó en mí la intriga.

No les dije nada a mis padres, sabía que eso sería lo mejor. En cuanto se lo contara, se pondrían histéricos, y con lo asustadizos y lo sobreprotectores que eran conmigo, no me dejarían ir sola por la calle.
Pensé que se enterarían en el trabajo, en la calle o por algún vecino.
Terminé de cenar, recogí mi plato y les di las buenas noches a mis padres. Subí a mi cuarto y me acosté, durmiéndome al instante.


-----------------------------------------------------------------
Descargar capítulos del 1 al 4: http://www.megaupload.com/?d=8FI1ICWS

jueves, 24 de febrero de 2011

Irrealidad. Capítulo 3

 Irrealidad



CAPITULO 3

Nos pusimos camino al restaurante. Era una faena esto de no tener coche para ir a los sitios lejanos, así que tuvimos que coger el transporte público.
No sabía exactamente donde estaba el restaurante de la familia de Sofía, pero sí que estaba lo suficientemente lejos como para viajar en transporte durante una hora, aproximadamente.
Cogimos el autobús, que por suerte acababa de llegar cuando llegamos a la estación.
El viaje duró lo que había supuesto, alrededor de una hora. Se nos hizo muy corto, lo pasamos todo el rato riendo y hablando, como buenos amigos.
Lo primero que vimos al llegar al restaurante fue la gran fachada donde se leía:
<< MAISON CLARO>>.
Tenía lógica el nombre, así se apellidaba Sofía, Sofía Claro.

Entramos en el restaurante, que tenía un aspecto muy elegante, con mesas y sillas cubiertas por manteles rosas, azules y blancos.
En la recepción nos esperaban los padres de Sofía, parecían contentos de vernos:
“¡Bienvenidos!” exclamaron con un tono de lo más hospitalario.
Les devolvimos el saludo y nos sentamos los cuatro en una de las mesas.
Había bastante gente, pensé que sería por la inauguración, pero luego recordé que los padres de Sofía cocinaban de fábula y traían las innovaciones culinarias francesas, ya que eran de allí.
Pedimos la comida y empezamos a cenar.
Nuestro tema de conversación eran las clases, los exámenes, algún que otro cotilleo, en lo cual Álvaro no participaba mucho… .
Vi que Eva se había abierto un poco más en comparación con estos últimos meses en los que casi no pasaba tiempo con nosotros, pero no lo suficiente como para dejar ver que no la pasaba nada.
“¿Qué tal te va todo, Eva?” preguntó Álvaro.”Hacía mucho que no hablaba contigo” Álvaro la había echado de menos este tiempo.

“Bien, no ha habido mucha novedad en mi vida en estos últimos meses” Eva sonrió de forma tranquilizadora.
“En breves será el Baile del instituto” cambió de tema con rapidez Sofía.
Sofía se pasó toda la noche hablando del baile del instituto. Parecía realmente indecisa sobre el peinado que llevaría, el vestido, los zapatos… parecía indecisa sobre todo, menos sobre el acompañante.
Estaba claro que sería Álvaro, aunque a él no se le veía muy convencido. Aunque no quisiera, cavaría yendo, Sofía era así.
A mi ese tema no me preocupaba. En verdad, no tenía pensado ir, no tenía acompañante, y pasaba de quedarme sola en la sala mirando a centenas de alumnos bailando al son de la música y yo, sola, sin nadie.
“¿Cómo irás al baile?” se me ocurrió preguntarle a Eva.
“No creo que vaya, a mi no me van mucho estas cosas”, parecía muy convencida con su respuesta.
Terminamos de cenar. Se comía muy bien en el restaurante de los padres de Sofía.
Nos levantamos de la mesa e íbamos a salir del restaurante, pero antes nos acercamos a los padres de Sofía para despedirnos de ellos y darles las gracias por habernos invitado. De paso, le di mi enhorabuena por la comida.



De camino a la estación de autobuses, Eva caminaba un poco más adelantada que nosotros y cabizbaja. Mientras tanto, Álvaro y Sofía caminaban de la mano, hablando de sus cosas, aceleré mi paso para alcanzarla.
“Tenemos que hablar” le dije en un tono muy bajo para que la pareja no me escuchara.
“¿Sobre qué?”.
“Sobre ti”.
“¿Por qué? Estoy bien”.
“Estás muy rara…. Bueno, en verdad llevas un tiempo bastante rara…”
“No sé, será el mal tiempo, que me afecta en el humor…”dijo, caminando cabizbaja.
“No creo que sea por el tiempo. Sabes que sea lo que sea me lo puedes contar todo” Eva y yo nos contábamos todo, no teníamos secretos entre nosotras, o al menos hasta hacía un tiempo. Miré atrás para asegurarme de que no nos oían.
“Tranquila, que para ellos es como si no estuviéramos” dijo cuando vio que me giraba. Entonces pensé que podría saber qué la pasaba por su comentario. Preferí dejar el tema ahí. Si realmente le pasaba lo que yo había supuesto, era mejor tratar ese tema con delicadeza y a solas, sin el riesgo de que nos escucharan.
Montamos en el autobús y esta vez el viaje discurrió más tranquilo que el otro, a lo mejor por el hecho de que esta vez sólo hablaban Álvaro y Sofía, y yo de vez en cuando aportaba algún comentario, pero Eva no abrió la boca en todo el viaje de vuelta.
Llegué a casa alrededor de las doce. Imaginé que mis padres estarían durmiendo. Entré en casa, y no me había equivocado, no se oía un solo ruido, mis padres estaban acostados.
Me desvestí y me puse el pijama, pero antes de acostarme, me tomé un vaso de leche caliente en la cocina, pensando en cómo poder hablar con Eva.

Se me cerraban los ojos, estaba matada. Había sido una semana dura con tanto examen, y por fin terminaba.
Me metí en mi cama y me quedé observando la ventana. Estaba comenzando a llover, y la intensidad de la lluvia aumentaba con el tiempo.
A esto, le acompañó el viento, que sacudía los débiles árboles del parque.

El sonido del viento me relajaba. Tanto, que conseguí dormirme gracias a su sonido.

-----------------------------------------------------------------

Descargar capítulos 1, 2 y 3: http://www.megaupload.com/?d=C1WE9QEA

domingo, 20 de febrero de 2011

Irrealidad. Capítulo 2


Irrealidad



CAPITULO 2

Álvaro se ocultaba de la lluvia bajo la capucha de su chaqueta azul. Escuchaba música distraídamente, moviendo la cabeza al son de la música. Seguro que no se había dado cuenta de que había llegado. Me equivoqué. Levantó la cabeza y sonrió, dejando de escuchar música y acercándose a mí.

“Ya pensé que no venías.”
“Ya, lo siento, se me hizo tarde”. Tenía la cabeza cubierta por la capucha, pero pude ver sus ojos azul oscuro, desprendiendo la felicidad que siempre derrochaba Álvaro.
“¿Te encuentras bien? No tienes muy buena cara”.
“No he dormido muy bien, la verdad”. Le sonreí para darle a entender que a pesar de eso, estaba bien.
“¿Te vas de fiesta por ahí y no me dices nada?”. Tras su broma, los dos reímos. Álvaro siempre sabía sacarme una sonrisa, me conocía muy bien. Llevábamos siendo amigos desde hacía por lo menos cuatro años, cuando llegamos los dos nuevos al instituto.

La campana sonó, y un alboroto de alumnos que se dirigían a sus respectivas clases mientras hablaban y reían con otros se oía por todo el instituto.

Las clases pasaron como todos los días. Bueno, mejor dicho, como todos los viernes.
Los alumnos no prestan mucha atención a la clase, pensando que por fin había llegado el fin de semana, y deseoso de que tocara el timbre para salir de ahí los primeros.

Cada hora se me hacía interminable, miraba el reloj continuamente, esperando que fuera la hora. A cinco minutos antes de salir, en mi clase de historia, comencé recoger mis cosas para que cuando tocara estuviera lista para salir.

“Por fin”, pensé cuando el timbre tocó y todos mis compañeros de clase recogiendo a la velocidad del rayo sus cosas y salieron de ahí antes de que me diera cuenta de que solo quedábamos tres personas en clase, a parte del profesor, que miraba a sus alumnos como si verdaderamente estuvieran en una jungla por los gritos y voces que se oían desde el pasillo del instituto.

Salí del recinto y me fijé en los escalones de la entrada. Ahí es donde quedábamos Álvaro y yo todos los días a la salida para volver juntos.

Lo escalones estaban vacíos, todavía no había salido Álvaro. Me senté en ellos y recordé que a última Álvaro tenía un examen de algebra de matemáticas, a si que seguramente tardaría en salir. Espero que le fuera bien. Sabía que él no era muy bueno en los estudios, pero también sabía que se esforzaba mucho en ello.

“Alma”. Me giré, Álvaro venía por detrás, sonriendo. Supuse que el examen le había salido genial, pero no me dio tiempo a preguntar.
“Perfecto, me ha salido perfecto”. Su sonrisa demostraba que estaba realmente contento.

Comenzamos a caminar de camino a nuestras casas. Íbamos hablando de nuestro día en clase, quejándonos de los exámenes y de los profesores, y sin darnos ni cuenta, ya habíamos llegado hasta mi casa.

“Bueno, entonces nos vemos más tarde, ¿no?”. “Sí. Sofía y yo te esperaremos en la plaza de la fuente y ya nos iremos todos juntos desde allí”.
“De acuerdo. Llamaré a Eva, que no me dejo claro si vendría, hasta luego”.
“Hasta esta tarde”, Álvaro se despidió de mí y siguió caminando hacia su casa.

Habíamos estado tan absortos en nuestra conversación, que no me había dado cuenta de que había salido el sol y no hacía tanto frío como esta mañana.

Entré en casa, mis padres ya estaban esperándome para comer.

“Hola cariño” dijo mi madre amablemente mientras me servía un plato de sus macarrones que tanto me gustaban. “¿Qué tal el día?”

“Bueno, como siempre” comencé a comer mis macarrones, “esta noche no ceno en casa”. “¿Y eso?”, preguntó mi padre mientras daba un sorbo a su vaso de agua.
“He quedado con Álvaro y Sofía para ir a cenar al restaurante de la familia de Sofía, el nuevo que han abierto”.
“Pero, ¿sabes ir?, está bastante lejos de aquí”.
“No, pero no voy a ir sola, voy a ir con ellos, a si que no os preocupéis”.
“¿Y no va Eva?”, mi madre, como siempre.
“ No lo sé aún, luego la llamaré”
“De acuerdo cariño, pero no llegues tarde y ten mucho cuidado, por favor”.

Mis padres siempre se preocupaban mucho cada vez que salía. En parte lo entendía, era su única hija, y casi nunca salía. Las pocas veces que lo hacía, me hacían un tercer grado para saber a dónde iría y con quién, y me llamaban ochenta veces al móvil para asegurarse de que estaba bien.

Terminé de comer. Me levanté de la mesa y llevé mi plato y mi vaso a la mesa.
Miré la hora. Las cuatro menos cuarto. Iba a esperar un poco más para llamar a Eva, seguramente todavía no habría terminado de comer, y no quería molestar.

Me encerré en mi cuarto me puse a leer, dejando fantasear mi imaginación con cada página del libro que leía. Siempre me habían fascinado las historias de seres fantásticos o mitológicos, me encantaban. El tiempo se me pasaba volando leyendo historias de este tipo. Tanto, que cuando volví a mirar el reloj me sorprendí.

Eran las seis y media. Llevaba más de dos horas leyendo, pero aún no me había acabado el libro. Era muy grande, y lo había empezado hacía tan solo unos días, por lo que aún me quedaba mucho para terminármelo.

Mi madre habría supuesto que estaría leyendo, por lo que no entró en esas dos horas en mi habitación para molestarme.

Pensé que ya era una buena hora para llamar a Eva, a si que cogí el móvil y marqué su número.

“¿Hola?”
“ Hola Eva” iba a decirle algo más, pero me cortó.
“¡Hola Alma! ¿Qué tal estás? Te iba a llamar yo más tarde, hoy no he podido ir a las clases. Como te dije tenía que ir al médico”
“Ya, lo supuse. Esta noche iré con Álvaro y Sofía a cenar al restaurante de la familia de Sofía, ¿te apuntas?”
“Pff… pues es que no lo sé…”
“Por favor, por favor” me apresuré a decir, con voz divertida.
“Bueno venga, me apunto, ¿a qué hora y dónde?”
“A las ocho y media en la plaza de la fuente. Te veo luego”

Colgué, aliviada porque también venía. Álvaro y Sofía eran mis mejores amigos, junto a ella, pero si no venía Eva, estaría de sujeta-velas, cómo otras muchas veces, y eso me hacía sentir algo incómoda.
Álvaro y Sofía llevaban juntos casi un año. Antes de que empezaran a salir, los cuatro, Sofía, Eva, Álvaro y yo íbamos siempre a todos los sitios juntos, éramos inseparables.
Desde que estaban juntos, Eva pasaba mucho menos tiempo con nosotros. Estaba distante. No entendía por qué. Quizá no traté de hablar con ella sobre eso. Quizá por eso estaba así, necesitaba hablar.

Ya eran las siete. Iba a un sitio medianamente formal, por lo que debía arreglarme un poco.
La ropa que llevaba de esta mañana pensé que me iría bien, pero lo pensé mejor, y cambié mis botines planos por unos zapatos negros con un poco de tacón, no mucho, y mi camiseta de cuello alto por una de color crema y manga corta acompañada por una chaquetita de algodón a juego con los zapatos.

Fui al baño y me coloqué frente al espejo. La verdad, no tenía mejor cara que esta mañana, así que opté por pintarme un poco la raya del ojo, pero muy poco. Sólo para disimular un poco.

Me peiné el pelo, recogiendo el primer mechón de cada lado de la cara y recogiéndolos hacia atrás con unas horquillas.

Miré por la ventana. Parecía mentira que la noche anterior, o incluso esa misma mañana hubiera llovido con tanta fuerza. No se veía ningún charco por la calle, y el cielo estaba despejado de nubes.

Las ocho y cuarto. Tenía que salir ya de casa, sino llegaría tarde.
Me despedí de mis padres, que como de costumbre, me volvieron a insistir otras tres veces en que tuviéramos mucho cuidado.

Caminaba por la calle con paso ligero pero sin prisas. No hacía mucho frío, aunque la calle ya estaba completamente oscura.
Llegué a la plaza donde había quedado con mis amigos. Me acerqué al banco donde siempre pasábamos las tardes y donde siempre quedábamos, el banco más alejado de la fuente. Eva ya estaba allí.

“¡Almita!” me dio un abrazo como saludo. Odiaba que me llamara así, pero lo llevaba haciendo mucho tiempo, no dejaría nunca de decirlo.
“¿Qué tal estás? ¿Llevas mucho tiempo esperando?”
“ No, llevaré unos cinco minutos aproximadamente” esbozó una amplia sonrisa, pero la noté un poco insegura.

Recordé lo que había estado pensando hacía unas horas después de hablar con ella, sobre el por qué estaba tan distante desde lo de Álvaro y Sofía, pero creí que ese no era el mejor momento para hablar de ello.

Empezamos a hablar las dos, sentadas en el banco cómodamente. Hacía mucho tiempo que no pasábamos tiempo juntas, hablando, contándonos nuestras cosas. Mientras seguíamos con nuestra conversación, vi a Álvaro y Sofía llegar.
Venían riendo juntos y cogidos de la mano, como cualquier pareja normal.

“¡Hola!” nos saludaron amigablemente, “¡Eva!” Álvaro sonrió ampliamente, “pensábamos que no vendrías”.
“Bueno, al final me convenció Alma de no sería un mal plan, así que me animé”.

Todos reímos a la vez. Eso me hizo sentirme verdaderamente bien, hacía mucho que no nos reíamos juntos.

“¿Nos vamos? Mis padres deben de estar esperando a que lleguemos”. Sofía se había puesto realmente guapa para la ocasión. Su pelo rubio y liso le caía por los hombros, con algún que otro tirabuzón realizado a propósito para darle gracia al pelo
Vestía unos pitillos negros con unos botines grises altos y se protegía del frío con un largo abrigo blanco elegante.

Para ella esta ocasión era muy importante. Sus padres iban a inaugurar el restaurante familiar, el negocio familiar.

-----------------------------------------------------------------------------------------

Descargar capítulo 1 y 2: http://www.megaupload.com/?d=EN3FSBXV

Irrealidad. Capítulo 1

Irrealidad


CAPITULO 1

Las negras nubes cubrían el cielo oscuro que llovía fuertemente sobre aquel gran bosque. Sentada frente a la ventana de mi habitación, observaba el paisaje a lo lejos, en silencio, pensando, relajada. Los árboles se balanceaban al compás del viento, y por sus hojas resbalaban suavemente las gotas de lluvia. De pronto, la lluvia cesó.

Salí a respirar, a tomar el aire, aun siendo de noche y estar todo oscuro. Me dirigí hacia aquel bosque que tanto me llamaba la atención. Pisaba ramas y hojas que estaban en el suelo, y me caían las gotas que se resbalaban de las hojas de los árboles, humedeciendo mi pelo.

A pesar de la humedad del ambiente y del frío, me encontraba genial estando en ese bosque. No sentía frio ni miedo por la oscuridad, me sentía protegida por todos esos altos árboles.

En ese mismo instante, escuché pisadas por el bosque, haciendo crujir las ramas y las hojas caídas. Me giré para ver que aquello que había escuchado. Caminé entre los árboles intentando hacer el menor ruido posible.

Volví a escuchar pisadas, esta vez más cercanas y más profundas, que se dirigían hacia mí. Me invadió una sensación de terror, paralizándome por completo. Intenté tranquilizarme, pero me fue imposible, oía las pisadas tras de mí, alcanzándome. Lo único que hice fue cerrar los ojos.

Alguien pasó por mi lado.

Era un chico alto, pero no vi su cara. Fue como si yo no estuviera allí, porque pasó cerca de mí, rozándome ligeramente el brazo, pero parecía que él no se había dado cuenta de mi presencia.

Me desperté con una extraña sensación, como aturdida.

Desde mi cama podía ver a través de mi ventana llover con fuerza, como en el sueño, pero no sobre aquel bosque que tanto me había gustado y que aparecía en mi sueño, sino sobre un simple parque con columpios y bancos.

Fui hacia al baño. Al mirarme al espejo vi que mi pelo estaba húmedo, mechones castaños claros y ondulados caían sobre mis hombros ligeramente mojados. Habría sudado mientras dormía, pero me parecía extraño, era pleno invierno.

Me dirigí de nuevo a mi cama, era viernes, y solo me quedaban unas horas para dormir antes de tener que ir clase.

Mientras oía la lluvia caer contra el alféizar de mi ventana, el chisporroteo de las gotas me relajó, haciendo que me durmiera al instante.

Un estruendoso ruido hizo que saliera de aquella relajación en la que había caído gracias a las gotas de la lluvia, el despertador. Me costó levantarme de la cama, pero finalmente cedí. De mi viejo armario saqué unos vaqueros oscuros y una camiseta de cuello alto blanca, acompañando mi simple vestimenta con unos botines negros planos.

Fui a arreglarme un poco. No tenía buena cara, se me notaba muy cansada, y mi pelo parecía una maraña. Me había duchado la tarde anterior, pero parecía que mi pelo no me había acompañado en la ducha a juzgar por todos los enredos que tenía.

Rápidamente, me lavé el cabello y lo sequé con el secador. Hacía mucho frío, y si no quería caer mala, no me convendría salir a la calle con el pelo mojado. Me pasé el cepillo varias veces desenredándolo y lo dejé suelto, como más me gustaba.

Bajé los escalones que crujían a mi paso, para llegar a la cocina. Mi casa era una casa antigua, no sé cuantos años tendrían, pero sé que aquí vivieron mis abuelos cuando yo era pequeña. Recuerdo que veníamos aquí todos los fines de semana, cuando vivíamos en el centro de la ciudad, para estar en familia. A veces también venían mis primos y hacíamos grandes comidas familiares.

Toda la casa estaba en silencio. Mis padres deberían seguir durmiendo, pero me resultó extraño, ellos madrugaban mucho para irse a trabajar.

Llegué a la cocina y me preparé un bol de cereales integrales para desayunar, que me comí rápidamente, llegaba tarde a clase.

Cogí mi abrigo y mi mochila, y antes de salir de casa, miré por la ventana. Llovía a cántaros. Agarré uno de los paraguas que había en el paragüero del recibidor y salí de casa.

No había apenas nadie en la calle, era demasiado temprano, ni si quiera eran las ocho.

Me protegía de la lluvia con el paraguas que había cogido, pero me sirvió de poco, porque el viento hacía que no pudiera manejar el paraguas, de manera que me acabé mojando.

Las aceras estaban muy escurridizas, tenía que hacer grandes intentos por sostenerme sin resbalar.

Llegué a la puerta del instituto, habiendo conseguido no caerme por el camino. En la entrada estaba Álvaro esperándome, como todos los días.


--------------------------------------------------------------------------------------------------

DESCARGAR CAPÍTULO : http://www.megaupload.com/?d=33SQR5S7

Irrealidad. PRÓLOGO

Irrealidad


PRÓLOGO

Los sueños son sueños, pero en ocasiones van más allá de nuestra imaginación, hasta el punto de convertirse en partes imprescindibles de nuestras vidas, llevándolas a hacer irreales.