jueves, 24 de febrero de 2011

Irrealidad. Capítulo 3

 Irrealidad



CAPITULO 3

Nos pusimos camino al restaurante. Era una faena esto de no tener coche para ir a los sitios lejanos, así que tuvimos que coger el transporte público.
No sabía exactamente donde estaba el restaurante de la familia de Sofía, pero sí que estaba lo suficientemente lejos como para viajar en transporte durante una hora, aproximadamente.
Cogimos el autobús, que por suerte acababa de llegar cuando llegamos a la estación.
El viaje duró lo que había supuesto, alrededor de una hora. Se nos hizo muy corto, lo pasamos todo el rato riendo y hablando, como buenos amigos.
Lo primero que vimos al llegar al restaurante fue la gran fachada donde se leía:
<< MAISON CLARO>>.
Tenía lógica el nombre, así se apellidaba Sofía, Sofía Claro.

Entramos en el restaurante, que tenía un aspecto muy elegante, con mesas y sillas cubiertas por manteles rosas, azules y blancos.
En la recepción nos esperaban los padres de Sofía, parecían contentos de vernos:
“¡Bienvenidos!” exclamaron con un tono de lo más hospitalario.
Les devolvimos el saludo y nos sentamos los cuatro en una de las mesas.
Había bastante gente, pensé que sería por la inauguración, pero luego recordé que los padres de Sofía cocinaban de fábula y traían las innovaciones culinarias francesas, ya que eran de allí.
Pedimos la comida y empezamos a cenar.
Nuestro tema de conversación eran las clases, los exámenes, algún que otro cotilleo, en lo cual Álvaro no participaba mucho… .
Vi que Eva se había abierto un poco más en comparación con estos últimos meses en los que casi no pasaba tiempo con nosotros, pero no lo suficiente como para dejar ver que no la pasaba nada.
“¿Qué tal te va todo, Eva?” preguntó Álvaro.”Hacía mucho que no hablaba contigo” Álvaro la había echado de menos este tiempo.

“Bien, no ha habido mucha novedad en mi vida en estos últimos meses” Eva sonrió de forma tranquilizadora.
“En breves será el Baile del instituto” cambió de tema con rapidez Sofía.
Sofía se pasó toda la noche hablando del baile del instituto. Parecía realmente indecisa sobre el peinado que llevaría, el vestido, los zapatos… parecía indecisa sobre todo, menos sobre el acompañante.
Estaba claro que sería Álvaro, aunque a él no se le veía muy convencido. Aunque no quisiera, cavaría yendo, Sofía era así.
A mi ese tema no me preocupaba. En verdad, no tenía pensado ir, no tenía acompañante, y pasaba de quedarme sola en la sala mirando a centenas de alumnos bailando al son de la música y yo, sola, sin nadie.
“¿Cómo irás al baile?” se me ocurrió preguntarle a Eva.
“No creo que vaya, a mi no me van mucho estas cosas”, parecía muy convencida con su respuesta.
Terminamos de cenar. Se comía muy bien en el restaurante de los padres de Sofía.
Nos levantamos de la mesa e íbamos a salir del restaurante, pero antes nos acercamos a los padres de Sofía para despedirnos de ellos y darles las gracias por habernos invitado. De paso, le di mi enhorabuena por la comida.



De camino a la estación de autobuses, Eva caminaba un poco más adelantada que nosotros y cabizbaja. Mientras tanto, Álvaro y Sofía caminaban de la mano, hablando de sus cosas, aceleré mi paso para alcanzarla.
“Tenemos que hablar” le dije en un tono muy bajo para que la pareja no me escuchara.
“¿Sobre qué?”.
“Sobre ti”.
“¿Por qué? Estoy bien”.
“Estás muy rara…. Bueno, en verdad llevas un tiempo bastante rara…”
“No sé, será el mal tiempo, que me afecta en el humor…”dijo, caminando cabizbaja.
“No creo que sea por el tiempo. Sabes que sea lo que sea me lo puedes contar todo” Eva y yo nos contábamos todo, no teníamos secretos entre nosotras, o al menos hasta hacía un tiempo. Miré atrás para asegurarme de que no nos oían.
“Tranquila, que para ellos es como si no estuviéramos” dijo cuando vio que me giraba. Entonces pensé que podría saber qué la pasaba por su comentario. Preferí dejar el tema ahí. Si realmente le pasaba lo que yo había supuesto, era mejor tratar ese tema con delicadeza y a solas, sin el riesgo de que nos escucharan.
Montamos en el autobús y esta vez el viaje discurrió más tranquilo que el otro, a lo mejor por el hecho de que esta vez sólo hablaban Álvaro y Sofía, y yo de vez en cuando aportaba algún comentario, pero Eva no abrió la boca en todo el viaje de vuelta.
Llegué a casa alrededor de las doce. Imaginé que mis padres estarían durmiendo. Entré en casa, y no me había equivocado, no se oía un solo ruido, mis padres estaban acostados.
Me desvestí y me puse el pijama, pero antes de acostarme, me tomé un vaso de leche caliente en la cocina, pensando en cómo poder hablar con Eva.

Se me cerraban los ojos, estaba matada. Había sido una semana dura con tanto examen, y por fin terminaba.
Me metí en mi cama y me quedé observando la ventana. Estaba comenzando a llover, y la intensidad de la lluvia aumentaba con el tiempo.
A esto, le acompañó el viento, que sacudía los débiles árboles del parque.

El sonido del viento me relajaba. Tanto, que conseguí dormirme gracias a su sonido.

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